sábado, 26 de enero de 2013
Lo bueno y lo malo de Windows 8
Cuando alguien adquiere un producto –sea tecnológico o no–, el tiempo es el juez de última instancia que sentencia qué tan buena es su calidad. Un carro puede ser una maravilla recién salido del concesionario, pero si al año le suena hasta la pintura, deja mucho que desear. Lo mismo ocurre con software, hardware y prácticamente cualquier otro producto tecnológico.
Sin embargo, el desgaste que conlleva el tiempo no se refleja en la mayoría de las evaluaciones, que se hacen en productos nuevos que se prueban por pocas semanas. Esta columna de opinión tiene como meta aliviar un poco ese problema.
‘Amores y odios’ será una serie de artículos en la que yo, como amante de la tecnología y usuario acérrimo de ella, compartiré mi opinión de productos que llevo usando varios meses. Les contaré las cosas que me enamoran y las que me desesperan de algunos de los gadgets y software que más uso en el día a día y que son muy populares en el mercado.
Estreno la columna con uno de los productos más importantes del año pasado: Windows 8.
Amores:
Un sistema operativo visualmente estimulante: Aunque el aspecto de Windows 8 es un tema de gustos, es difícil discutir que le apuesta mucho a lo visual. Hay una variedad hermosa de colores por todos lados, la imagen de inicio se apodera de la pantalla con una potencia visual espectacular, y en general usar la interfaz antes conocida como Metro (en adelante Metro) es un deleite. Con el paso del tiempo uno aprecia mucho más esos detalles visuales que hacen más agradable disfrutar del producto, y cada vez hay más aplicaciones hermosas que usan toda la ‘finca raíz’ disponible para mejorar considerablemente la experiencia de uso. Usar Wikipedia es un placer y leer noticias en Bento es delicioso. Otros sistemas operativos simplemente no se pueden comparar con la propuesta visual de W8.
Los charms son un encanto: Aunque la usabilidad de W8 ha sido atacada desde varios frentes (cosa que trataré más abajo), una de las mayores ventajas del sistema operativo en ese ámbito son los charms. Estos ‘encantos’ surgen del lado derecho de la pantalla cuando el usuario hace un gesto –en el caso de los dispositivos táctiles– o cuando mueve el cursor a la parte superior derecha de la pantalla –cuando se trata de un mouse–. Hay varios charms, pero los que se lucen son lo de ‘opciones’, ‘buscar’, 'dispositivos’ y ‘compartir’, pues mejoran muchísimo la forma en que uno usa un sistema operativo. Son contextuales, entonces funcionan de manera diferente dependiendo de qué está haciendo el usuario. Compartir y buscar cosas nunca había sido tan sencillo, intuitivo y rápido. Lo mismo se puede decir de enviar contenido a otros dispositivos o cambiar las opciones de un programa. Aunque el sistema de charms no es perfecto (no funciona en la inferfaz de escritorio y por ende con ninguna aplicación tradicional) lo amo con todo y sus defectos.
El rendimiento es excelente y todo funciona como debe: Windows 8 es el sistema operativo para computadores más veloz que he usado, especialmente si uno tiene un disco duro de estado sólido. En mi ASUS Zenbook, el sistema operativo arranca en menos de 10 segundos y se apaga en menos cinco. Además, en ese equipo instalé W8 sobre una copia de W7 y todo funcionó como debía. Hay que decir, sin embargo, que fue necesario descargar unos drivers para que las teclas especiales y el trackpad del portátil aprovecharan al 100% lo que ofrece W8. Uno de mis grandes temores era que los juegos perdieran rendimiento o que Steam no funcionara bien, pero no pasó nada. Esto me sorprendió mucho, porque cambiar de versión de Windows siempre ha sido todo un trauma para mí (y eso que instalé W8 desde el primer día que estuvo disponible la versión final).
Un Windows tradicional mejorado: Una de las más gratas sorpresas que recibí con W8 es que su modalidad de escritorio –es decir la interfaz que no es Metro sino más parecida a la que ostenta Windows desde hace años– es mucho mejor y funcional que la de W7. Los ribbons, que tanta gente odia, para mí han resultado ser una bendición y me han agilizado mucho el trabajo en el explorador de archivos, sobre todo cuando uno quiere entrar a cacharrear y modificar el software y los archivos que hay en el sistema operativo.
Odios
Windows 8 es bipolar: Entiendo que Microsoft quiera ofrecer lo mejor de dos mundos, y que su meta sea que el usuario pueda elegir entre la interfaz de escritorio clásica y Metro. El problema es que no se llevan bien entre ellas. Por ejemplo, si tengo una aplicación en Metro y paso a trabajar escritorio, la aplicación de Metro deja de correr. Si uso la app de Skype en Metro y estoy en una llamada, pero paso a revisar Word en el escritorio, la llamada queda muda a menos que ancle Skype al lado lateral de la pantalla, cosa que me ocupa espacio de trabajo y limita el número de aplicaciones que funcionan al tiempo a dos. Al menos los programas abiertos en interfaz de escritorio sí siguen corriendo normalmente así uno se pase a Metro. Tampoco aplican varias ventajas de W8 en el escritorio, como los charms, cosa que de verdad duele. Es inexplicable que Microsoft diga que quiere ofrecerles opciones a los usuarios, pero que esas opciones sean excluyentes en aspectos cruciales.
Con teclado y mouse la experiencia se queda corta: Usar estos dos clásicos de la computación en W8 se siente como remar en un barco que debería llevar motor. Uno siente que todo toma más tiempo y todo es más torpe en comparación con una experiencia táctil.
Por ejemplo: mientras con teclado y mouse toca llevar el cursor a la parte superior derecha para revelar los charms –cosa que se demora un poco–, en una tableta basta con mover el dedo hacia adentro desde el borde derecho. No es fluido hacer zoom o moverse dentro de las aplicaciones con una ruedita en el mouse o las flechas del teclado.
Cuando se trabaja en interfaz Metro, cerrar una ventana con el mouse es un proceso torpe. Para todas estas tareas es mucho más intuitivo y agradable usar los dedos. Esto es apenas natural, porque es evidente que W8 muestra todo su potencial si el usuario puede usar sus dedos. Además, para allá va todo. Pero hoy en día es inevitable sentir que uno está trabajando con menos agilidad que en otros sistemas operativos.
Microsoft embute sus productos a las malas: Alguien está portándose muy mal y no ha aprendido las lecciones del pasado. Ese alguien es Microsoft, pues la empresa está volviendo a sus tácticas de obligar al usuario a usar sus productos y servicios. Bing está en todos lados en W8 (desde el clima hasta las acciones de la bolsa y el buscador), pero eso no es tan grave como lo que hace MS con el reproductor de música y el de video. Al abrir estos programas ni siquiera se muestra ‘de una’ el contenido que uno tiene; la bienvenida la da el almacén de Xbox y, de entrada, ofrece música y artistas para que el usuario compre. ¿Por qué no ofrecer también Pandora, Spotify y Deezer, por ejemplo?
¿Por qué me muestran solo lo que Microsoft vende? Si W8 vende bien, no me sorprendería una acción legal en este aspecto. ¿Recuerdan la demanda antimonopolio por incluir Internet Explorer en Windows? Aunque las circunstancias son diferentes –pues Redmond es un jugador nuevo y relativamente pequeño en el negocio de la música en línea–, los hechos son parecidos.
elnuevodia.com
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